LA MUERTE ES UN SEGUNDO

Buenos Aires, 18 de enero (Télam, por Luis Soto).- "¿Me voy a morir sin haber andado nunca con un fierro en la mano, sin haber liquidado a ningún hijo de puta?" - escuchó decir este cronista a un hombre tirado en una vereda, la cabeza cayendo sobre la cuneta, costurones de sangre surcando su cara.

Pasaron 6 años desde esa escena tremenda y su médula, la frase triste, de derrota. Fresca víctima de un asalto, al hombre lo cargó una ambulancia. El cronista quedó esperando su turno.

Que llegó hace un par de semanas. Una amiga me llevaba a casa la sofocante noche de un viernes. Paró el coche en el sector más sombrío de la esquina. Adriana estaba por bajar cuando vi que se detenía un auto gris, bien pegado al nuestro.

Adriana abrió la puerta y un tipo joven le cortó el paso. "Te voy a robar" - fue todo lo que dijo. Tarde descubrió (secretos de los cristales polarizados) que ella no estaba sola.

Sentado y sin chance de reaccionar, me sentí impotente. Tenía 240 pesos. "Se los doy y a otra cosa" - decidí. Pero en ese momento Adriana se largó a gritar: "¡soltame, andate!".

No sé cuántas veces repitió esas palabras, gritando más y más fuerte, mientras forcejeaba con el asaltante. Manoteo la puerta y Adriana que avisa: "no salgas que son dos".

Los últimos gritos sonaron como aullidos. Le temblaba la voz. El  asaltante confiaba en que se quedaría dócilmente entregada. Ante la imprevista resistencia de la mina - alimentada por generosas dosis de desequilibrio emocional -, de un salto trepó al auto gris. El compañero aceleró y desaparecieron.

Nos abrazamos. Adriana lloraba, yo también desahogué la tensión. "¿Por qué gritaste?" - traté de entender. "Mostró un revólver". "Con más razón. Había que darle la guita" - insistí.

"Tengo 20 pesos. Y los documentos. Renovarlos es un quilombo" - argumentó Adriana. "Que te amasijen por 20 mangos es absurdo. Lo jodido de renovar es la boleta del nicho..." - tiré con bronca. Tomamos un trago en un boliche y terminó el culebrón.

Resulta bastante simple reconstruir los detalles del episodio y armar un análisis casi dos semanas después. Pero es inevitable que a uno se le ocurran ideas. Esa noche sólo pude dormir de a ratos. Ahí arrancó el juego.

Una línea de lectura garantiza que un asaltante de mediana experiencia no da la ventaja de limitarse a decir: "te voy a robar". Son textos que sirven para el golpe a ejecutar. Y su efecto perdura, ya que como la acción es corporativa, va dirigido a atemorizar a quienes escucharán el relato del asalto. "Todos los choreos el choreo" - diría Cortázar, franeleando con el lunfardo.

La combinación del atraco físico y el deschave verbal deben ser intimidatorios; más que eso: paralizantes - reza un testimonio del legendario policía Evaristo Menezes. "¡Dame la guita! ¡Si gritás te reviento!" - es un ataque creíble.
Que el elegido sienta que no tiene chance de salvarse. Con sólido  aporte del cómplice: "¡matala a esa guacha!". "Te voy a robar" suena a consulta. Acaso merecería que se agregara un "silvuplé"...

Apreciaciones que asoman lejos de aquella escena. Psicóloga de  profesión, Adriana escuchó la frase. Pero no era hora de interpretaciones: estaba pendiente del revólver, antigua prótesis que suele perturbar más de un sentido.

Paralelo con una partida de truco. Uno canta envido y un rival levanta a real envido. Lo mira uno, piensa que el otro miente y se prende: "quiero, 26". "Te voy a robar" es el real envido. Pero en un asalto no se puede semblantear y menos al que domina la situación fierro en mano. Con modestas 26 te refugiás en el mazo.

La segunda incógnita radica en el arma. "¿Para qué va calzado si no la va a usar? Sin necesidad de que dispare, todo indica que alcanza con un culatazo. Para mí que era de juguete.

La psicóloga cree que la teoría es ridícula. Sin embargo le encuentro firme respaldo. El asalto se produjo a las 11.20 de la noche del 6 de enero. "¿Qué te trajeron los Reyes?" - llega una voz de pibe.

Ahora se cruza la cara brotada de timidez del asaltante: "un revólver" - dice entusiasmado. Tuvimos suerte, mucha suerte, de que saliera esa misma noche a debutar en el choreo.

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