“HIJOS DE LA LIBERTAD”

Gisela Caputo
(JR Bahía Blanca)
Existe un concepto generalizado, por parte de la sociedad y de dirigentes políticos, sobre la preciudadanía juvenil como jóvenes problemáticos, sujetos de riesgo, predelicuentes, vagos, irresponsables, etcétera.

Muchas veces escuchamos del kirchnerismo en su retórica discursiva hablar sobre políticas de ampliación de derechos para los jóvenes; por ejemplo, la posibilidad de poder elegir a sus gobernantes. Entonces, ahí es donde hablan de ciudadanos capaces, responsables, comprometidos y que como tales deben poder ejercer su libertad.

Como jóvenes les decimos que siempre deberían considerarnos ciudadanos, valorando el potencial que tenemos para autogestionar nuestra propia existencia, es decir, nuestra capacidad de ser agentes de actuación propositiva y no de pasivos receptores de beneficios (Progresar, Procrear, Envión, Conectar Igualdad, etcétera).

La ciudadanía juvenil requiere reconocer la posibilidad de ser ciudadanos como seres autónomos. La autonomía de la juventud y la ciudadanía implica tener en cuenta nuestra reflexividad, fiabilidad, agencia, libertad, performancia y decisión en la construcción de nuestro futuro.  ¿Qué tan dispuestos están a aceptar que tengamos libertad y decisión?.

La respuesta de nuestro intendente fue clara. En su anhelo de salvaguardar la seguridad por encima de todo (al estilo político que los define, contradictorio e improvisado) sacrifica la libertad e intimidad de las personas, reglamentando lo que se puede o no se puede hacer en el espacio público, legitimando el uso de cámaras de seguridad; coartando la libertad de la gente; y aniquilando la vitalidad de los espacios públicos.

El error está en plantear las problemáticas de la sociedad como una dicotomía entre seguridad y libertad. Seguridad y libertad no tienen por qué ser cualidades excluyentes sino condiciones que debe tener una ciudad justa y habitable para todas las personas.

“Las personas establecen una relación emotiva con el entorno inmediato, la atracción por diferentes lugares y el rechazo o aprensión por otros condiciona el comportamiento en los espacios cotidianos” (Sabaté, Rodríguez y Díaz, 1995).

Muchas personas entienden que un espacio vigilado es aquel donde se está ejerciendo un control por parte de alguna persona con autoridad (formal o informal), es decir, un espacio donde existe una jerarquía. Por ejemplo, espacios vigilados por cámaras de seguridad o donde hay una constante presencia policial para disuadir a “futuros delincuentes”, lo que conlleva a una pérdida de libertad en pro de una seguridad “figurada”.

Sin dudas, la inseguridad es un tema que debe tomarse con la seriedad que éste merece, que debe ser prioridad en la agenda de todos los funcionarios políticos; y que las medidas que busquen la solución de tal problemática deben ser integradas y coherentes. Por eso mismo no podemos como sociedad seguir creyendo y avalando que la “mano dura ” y esa actitud vigilante van a aportar soluciones.

Quizás deberíamos comenzar por esa “vigilancia informal”, que es aquella ejercida por iguales y de manera solidaria y no autoritaria.  Pero tal cosa implicaría que nuestros funcionarios eduquen con el ejemplo.  

¿Podríamos  esperar eso de nuestro intendente?.

El mismo intendente, que no fue elegido por el voto de los ciudadanos; el que impuso un aumento del boleto por decreto; el que no salió a dar ni una sola explicación cuando balearon con balas de goma a una chica de 17 años a la salida de un boliche;  el mismo que dijo que el narcotráfico en Bahía Blanca le preocupaba….

Entonces, deberíamos preguntarnos qué mas vamos a esperar de nuestros dirigentes; hasta dónde vamos a dejar que nos subestimen, que nos usen.

Reflexionemos y sigamos cuestionando, no dejemos que sigan matando generaciones y coartando libertades. 

Gisela Caputo
Presidente Juventud Radical Bahía Blanca


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