UN CORRECTIVO PARA EL MAL EJEMPLO
Buenos Aires, 2 de
Febrero.(Télam, por Alberto Dearriba).- Como si se tratara de un árbitro de
fútbol, la titular del FMI, Cristine Legarde, había anticipado que si el INDEC
no modificaba sus mediciones estadísticas, el organismo podría sacarle
"tarjeta roja" al país. La presidenta advirtió entonces que la
Argentina no era un equipo de fútbol sino una Nación soberana.
Pudo replicar a la funcionaria
con la tranquilidad de presidir una república que no le debe nada al organismo:
en 2005, Néstor Kirchner saldó la totalidad de la deuda con el fondo, con
10.000 millones de dólares acumulados por el saldo positivo de la balanza
comercial.
Esa acción del gobierno
nacional quebró la lógica mundial de endeudar a los pueblos para pagar deuda
externa con sangre, sudor y lágrimas, lo cual se convirtió obviamente en un mal
ejemplo para otras naciones endeudadas. La Argentina demostró además que hay
vida después de un default, y encima lo hizo en un marco de prosperidad que resulta
evidente, más allá de cualquier indicador
de precios o de crecimiento.
Por esa razón, mas de la mitad
del electorado voto la reelección de Cristina Fernández.
La moción de censura del FMI
no representa para el país más que una condena política, ya que no tiene
obligaciones ni piensa en obtener préstamos internacionales de los organismos
de crédito, que impusieron una política económica ruinosa entre 1975 y 2001.
De todos modos, sin esta
sanción, el país no hubiese mejorado las notas que le aplican las calificadoras
de riesgo, que son sugestivamente condescendientes con naciones que están en la
ruina y que no cuentan con la relación saludable entre deuda y PBI que exhibe
la Argentina.
Es indudable que esa
animadversión de la conducción neoliberal del FMI es una de las razones que
explican la moción de censura contra un país que, cuando era el mejor alumno
del organismo, cayó en su crisis más profunda.
¿Donde estaba el fondo cuando
la Republica se desbarrancaba inevitablemente hacia el default y enviaba a
millones de sus habitantes a la miseria? Ningún organismo internacional creyó
que era una ruina mantener a una cuarta parte de la población económicamente
activa sin trabajo?.
Y ¿dónde estaban los custodios
de las cuentas cuando con el declarado objetivo de paliar la caída se aplicaban
remedios que eran peores que la enfermedad?.
Pero eso no es todo. Tampoco
se sancionó recientemente a naciones como España, Portugal, Grecia o Irlanda,
que cayeron en situaciones calamitosas o que bordearon el default, sin que las
cuentas públicas encendieran las luces rojas de los organismos internacionales.
Ninguna entidad financiera
internacional avisó con contundencia que el capitalismo ingresaría en una
crisis de proporciones.
La diferencia evidente es que
los gobiernos de estas naciones aceptaron, de una u otra manera, las recetas de
ajuste impuestas por el fondo y siguieron siendo buenos alumnos para el mundo
financiero. Se trata de endeudarse para pagar las deudas en una historia sin
fin que mantiene a los pueblos amarrados a los
intereses financieros.
Existen además razones más
concretas para que el organismo condene a la Argentina: los vínculos de sus
funcionarios con los tenedores de bonos argentinos, cuyo valor se indexa por la
inflación oficial.
Cada punto de aumento del
Índice de Precios al Consumidor del INDEC implica que la Argentina pague
millones de dólares adicionales a esos bonistas. No es que estén preocupados
como los argentinos por registrar cabalmente el alza indebida del precio de los
alimentos.
La moción de censura contra la
Argentina se produjo pese a que el Gobierno permitió a una misión del FMI
informarse in situ acerca del nuevo índice de precios en el cual se trabaja
desde marzo del año pasado.
Las autoridades económicas
señalaron que el "correctivo" que se aplica a la Argentina no guarda
relación con la realidad económica que vive el país. Sin embargo, tal vez sea
exactamente al revés: el crecimiento autónomo, sin financiamiento de organismos
internacionales, les molesta.
Los argentinos que tienen algo
de memoria recuerdan las loas que recibían en cambio en los foros
internacionales ministros de Economía como José Alfredo Martínez de Hoz y
Domingo Cavallo. Pero mientras ellos eran cubiertos de halagos en los salones
del poder financiero mundial, a los argentinos les iba pésimamente mal.
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