LA PARROQUIA SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS: EN LOS 75 AÑOS, CON EL ESPÍRTU DE SUS ALBORES


Una fiesta patronal imborrable. Recuerdos de los “viejos tiempos” por los “antiguos parroquianos”. La capilla de La Inmaculada. Los esfuerzos por el “nuevo templo” de Villarino 460 con la inolvidable figura del padre Juan Mesquida.  

La imagen de la Virgen en
la capilla de La Inmaculada
Algunos, un poco mayores. Otros, un tanto más jóvenes. Sin embargo, unos y otros, superando los 70. En líneas generales, todos, se conocieron alrededor de los ’40 y ’50 del siglo que se fue. Una eternidad, podría decirse.
  
No por harto conocidas, las vivencias de los años que pasaron dejaron de estar presentes. Evocando nombres (porque no pocos ya no están) y circunstancias, todas, que aparecerían inadmisibles para las crónicas de hoy, tanto como han cambiado las formas de vida y los protagonistas.

La misa de 8 de los domingos; la peña folklórica; la Acción Católica; alguna excursión a la Sierra de la Ventana; el Colegio La Inmaculada; las kermses en la calle Berutti; alguna reunión campestre, en domingo, en lo que fue la “quinta” de Bunge y Born; la misión predicada por los padres Antonio Eibel y Jorge Gottau; la procesión de antorchas y máscaras (algunas “incendiadas” en el trayecto); o los partidos de fútbol en Pompeya; los funerales con “tumulto” incluido. También, y vaya si fue importante, el primer casamiento entre los de entonces (Pochi y Jimmy), hace 55 años; y alguna “disputa” por llevar los estandartes…
Color: la suelta de globos

En lo que fue desde el lunes 1 (festividad litúrgica de Santa Teresita del Niño Jesús) hasta el pasado domingo (8), “antiguos parroquianos” revivieron momentos transcurridos, décadas atrás, en el marco de la que, para todos, fue la segunda casa: la parroquia Santa Teresita del Niño Jesús, que celebró sus 75 jóvenes años.

Desde mucho tiempo atrás, los grupos parroquiales, motivados por el inquieto espíritu del padre Roberto Buckle, prepararon la fiesta: la misa del día patronal; la procesión y misa del sábado 7; y el almuerzo de camaradería del domingo 8. Todo salió, cabría decir, “a pedir de boca”. Hasta la lluvia que hacía falta (y que seguramente envió Santa Teresita), el viernes (6).

Hubo alternativas para mencionar: la misa patronal fue presidida por el obispo auxiliar, monseñor Laxague. Campechano; de sencillo pero elocuente decir, Pedro expresó lo suyo (pero iluminado ya sabemos desde dónde) para que la homilía trasuntara todo aquello que se sabe desde siempre, aunque a veces se olvide. Fue una presencia (junto a sacerdotes que han tenido que ver con la parroquia en su largo y rico historial), como “a la medida” de la celebración.

El sábado (6), la procesión con la imagen de la patrona tuvo un momento especialmente grato, para renovar la memoria  de los mayores, frente a la vieja casa parroquial y el templo de La Inmaculada. Jorge Augusto González Texidó, con palabra de relato, historió tiempos del pasado, asociados a esa primera sede de la parroquia, que la albergó en los primeros 20 años.

Desde aquella inolvidable legión de monaguillos, pasando por la militancia en la Acción Católica y sin olvidar secuencias, como la “escuelita de papel” y su campaña; o, fundamentalmente, el tenaz esfuerzo del recordado padre Juan Mesquida, impulsando la construcción del nuevo templo, el de Villarino 460, todo fue sucintamente comentado por Jorge.  

Ellas y ellos, monaguillos
Al ingresar a la capilla, presidida por la maravillosa imagen de la virgen, no pudieron olvidarse tantos momentos compartidos. Incluso aquel, cuando ya el templo no era el parroquial, y despedimos a Emma Rosa Podestá de Vila, asociada a la historia de Santa Teresita y La Inmaculada, al igual que sus hijos (Emita, Graciela, Agustín, Maríta,  María Inés y Marcelo) y Agustín (p), que se fue muy joven aún.

Recordamos, entonces, aquellos días en que la madre María del Carmen Mendoza, del otro lado de la sacristía, nos asistía. Y aquel 15 de mayo, festividad de Santa Juana de Lestonac, cuando desde las monjas del colegio, nos llegaron los flamantes “roquetes”, por ellas bordados, como un preciado obsequio.

Cuando la procesión llegó a su final, la suelta de globos le puso una nota de color antes del ingreso de la imagen patronal al luminoso templo, recientemente restaurado. La misa fue otro momento muy emotivo, coronado con las palabras del padre Roberto y el sinfín de los agradecimientos hacia todos aquellos que hicieron posible la celebración patronal y de los 75 años.

La salida, después del oficio, renovó la oportunidad de evocar otros momentos, imborrables en la memoria de la feligresía; y mucho más en la de aquellos “viejos parroquianos”, entre los que nos incluimos.

No podíamos, entre tantas imágenes que se dibujaron como un álbum (¿o un video, ahora?), olvidar a don Victorio Lamponi, el guía de la misa de 8 de los domingos, desde la mitad del templo, a la vieja usanza. Y la suya (promotor incansable de muchas reuniones para acercar fondos a la construcción del templo soñado por el padre Mesquida) fue otra “figura” asociada íntimamente a la vida parroquial, junto a su esposa (Norma Tirabasso) y sus hijos (Mario, Marta, Miguel Angel y Luis María).

Acaso podría soslayarse (del pantallazo evocativo) el Ave María entonado por Elbita Albertini de Yañez, en los casamientos; los ensayos del coro (desvelo, entre otros, de Luis Cuchetti) en vísperas de las Navidades. O los concursos de pesebres (alguna vez fue premiado el levantado en nuestra casa, de Thompson 343); la colocación de la piedra fundamental en Villarino 460; o el día del techado; o aquella mañana de septiembre del ’56, cuando por ese mismo lugar fue pasado nuestro “nono” (José Serralunga), camino de su última morada terrenal. Ese día, en plena fiesta patronal, diluvió, como si Santa Teresita estuviera enviando la lluvia de rosas prometida.

Llegó el domingo (7) y con ese día, la cita a la hora del almuerzo, en el salón de la sociedad de fomento del Barrio Pedro Pico. El recinto lució a pleno. Y la mesa que ocupamos nos congregó junto a Elbita; Pochi; Elvira, Mario, Jimmy y Juancito (Meske), para recordar viejos tiempos, con anécdotas de todo tipo y con una charla fluida, de la que también participó Lucrecia (Serralunga), bautizada en Santa Teresita en el ’67. 

No hubo secuencia sin repasar. Y evocamos a “Rulo” Yañez; Luis Márquez; y Néstor Barcelona, como así a Héctor Daglio (su esposa estuvo en la reunión); Aldo Ucar,  Graciana Faure; Agnes Lazzarini; los Borettini (Higinio y Valentina), precursores de la hoy parroquia Nuestra Señora de Luján; las señoras de Casabone y Torquatti y María Trucco, entre muchos otros inolvidables de aquellos tiempos.
Durante la misa patronal

La diligencia de quienes atendieron las mesas, prestos para que nada faltara, merece renglón aparte. Quienes trabajaron para preparar la comida, ni qué hablar, y lo mismo para los que mucho hicieron para presentar un escenario acorde a un momento tan significativo.
La fiesta se prolongó, en agradable encuentro, para desgranar pequeños recuerdos de los tiempos que pasaron. Quedó, flotando, el anhelo de nuevos encuentros, que vayan eslabonándose, camino de los ’80. La familia que fue, unida en los viejos años del otro siglo; y la que es, con la presencia de los más jóvenes de ahora, que renuevan el espíritu, es una invitación a continuar aquella senda que, nítidamente, marcó el recordado padre Mesquida, en los albores de Santa Teresita del Niño Jesús, nuestra parroquia de siempre.

Luis María Serralunga     

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