JOSÉ REINALDO SERRALUNGA (“LALO”), UNA LEYENDA DE LA CIUDAD

Recuerdos, a 106 años de su nacimiento…



Fue en un día como el de ayer (17 de diciembre), pero hace 106 años, que nació José Reinaldo Serralunga, a quien llamaban “Lalo”; y que hizo época, por décadas y hasta entrados ya los ’90 del siglo que pasó, como propietario de la “agencia de José”, del muy conocido juego de lotería.

Fue una de esas leyendas de la ciudad que lo vio nacer y que supo (así lo experimenté por más de 50 años) de su inalterable presencia –todos los días de todos los años– en Sarmiento 38, ese local histórico, ubicado frente a la Plaza Rivadavia, al lado mismo, casi, del club de una de sus pasiones: el Olimpo grande de siempre.

En lo comercial, lo suyo tuvo una particularidad: en una pequeña cajita, guardaba cuidadosamente, semana a semana, los “reservados”, billetes de lotería que no pocos jugaron por largos años, siguiendo el mismo número en los sorteos. No importaba demasiado, esa era la costumbre, si lo retiraban a tiempo (antes de la jugada) o después, incluso, de muchos días. Allí, junto al ¿ticket se le diría ahora?, tendrían al alcance de la mano el breve resumen; y el dinero a retirar, si había tenido premio, terminación o progresión. Tal era la confianza que trasmitía que nadie hubiera dudado, y así fue, de las “cuentas claras” que se le acercaban.

Ese lugar, clásico, era “parada” invariable, de aquellos que, en su momento, hicieron historia en los grades equipos aurinegros que conocí de chico. Por caso, aquel que logró los 7 títulos consecutivos del fútbol local, entre fines de los ’40 y los principios de los ’50. Una figura, estaba grabada como un “clisé”, allí, cada mañana: la de Armando León, señor de las canchas, un “5” como pocos en el balompié de antaño.

Y como el fútbol era el tema predominante, no puede sino a venir a cuento que Racing Club, gloriosa Academia, fue la otra pasión deportiva, que nació en uno desde la predilección (¿fanatismo quizás?) de “Lalo” por la albiceleste (cuando eran tiempos en que uno y otro –Racing y Olimpo– no se “tocaban”).
Habría tantos recuerdos así que no alcanzaría la inmensidad de Internet para evocarlos. Pero en prieta síntesis, retomando algo escrito hace 6 años, cuando “don José” (que tomó su nombre de mi recordado “nono” hubiera cumplido su siglo de vida. Por caso: la agencia Rivadavia: “ganan el rubio y el morocho en Sarmiento 38”; el gaucho Saravia, entrañable muñeco que acompañó años niños de muchos como uno; los históricos toscanos; las cajas de bolitas; artículos de librería (que se “amarilleron” allí, como los cuadernos); las inmensas tablas de premios, cubriendo la vidriera en los sorteos de fin de año; el recurrente pedido de algunos periodistas, en busca de los números de la suerte, en esas mismas ocasiones de Navidad y Año Nuevo; el incesante paso gente, clientes o no, buscando sus billetes; el local abierto, desde la madrugada hasta el ocaso de cada día; el mate, una y mil veces, jornada tras jornada; y la charla de fútbol, siempre.
De la mano de “Lalo” pude llegar, muy de chico, hasta el viejo Salón de los Deportes, para ver a los más consagrados “pegadores” de esos tiempos. A su lado, por años, llegué, claro, a las viejas plateas del viejo estadio de Avenida Colón y Angel Brunel.

José Reinaldo Serralunga (”Lalo”), fue mi tío y también mi padrino. Cuando por 15 años tuve algo que ver con el diario local, hacía un alto, día tras día, para saludarlo y disfrutar un momento, como “cuando era chico”.

No me cabe duda que si se hiciera verdadera justicia con los personajes legendarios que tuvo la ciudad, él debería estar allí, como un símbolo del siglo que se fue.


Luis María Serralunga   

Comentarios

  1. hermosa evocación, felicitaciones!!!

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  2. Sin perjucio de guardar brabadas en mis retinas las incontables visitas a la "casa de las tías" en las que también vivían el tío Lalo y su hijo José Luis, pero que para nosotros era "la casa de las tías", recuerdo..."un millón de visitas" más breves o a veces prolongadas (como cuando me quedaba de chico, en la Agencia de Sarmiento 38 -" y ya lo vé, y ya lo vé, esta es la Agencia de José"- mientras papá hacía trámites en el centro y luego me pasaba a buscar para volver a casa. A las leyendas de OLIMPO, aún sin saber que lo habían sido, los conocí a todos. Porque era lo normal encontrar dos o tres amigos del tío Lalo, del lado interno del mostrador, uno sentado en un banquito que tenía forma de escalerita. Eran tiempos en que no existía el fundamentalismo del prohibido fumar. De hecho, la Agencia olía a tabaco, pero...(juro que lo recuerdo) era tabaco rico, el tío fumaba pipa y recuerdo a alguno de sus amigos fumando "puros", de los que se vendían en Sarmiento 38. Era infaltable el paquete de pastillas que el tío me regalaba en cada visita (así fuéramos todos los días, yo tenía mi paquete de pastillas DRF). Y un recuerdo más: partidos de la Liga del Sur, en el "viejo" Carminatti de madera. Era "el gran estadio" de Bahía (lo sigue siendo) y hacía falñta más que un partido de Liga (de los que OLIMPO jamás perdía en casa) para que se notara el número de simpatizantes en la "oficial" que daba a espaldas a la Avenida, y que hoy es plateas. Y casi en la esquivna con la tribuna de Chile, el tío Lalo en el segundo o tercer tablón ¡con Sultán!, su perro, mansito, mirando el partido como si entendiera. Seguro que entendía. Dicen que las mascotas, mucho más cuando se las trata como a un integrante más de la familia, suelen parecerse a sus dueños. En el aniversario del nacimiento del tío Lalo, mi entrañable carino y mi homenaje a Sultán, OTRO Serralunga de OLIMPO.

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