JOSÉ REINALDO SERRALUNGA (LALO) A 108 AÑOS DE SU NACIMIENTO
Hace
un rato, nada más, recordaba un equipo de Rácing.
Fue triple campeón (años ’49,
50 y 51) y jugó en el viejo estadio de tablones de Avenida Colón y Angel
Brunel, el 21 de marzo del ’52. Era domingo de Pascuas y día de mi cumpleaños.
Se cayó el alambrado olímpico de la cancha, de tanta gente que colmó las
tribunas y también los pasillos.
Eran
tiempos en que los grandes del fútbol argentino viajaban esporádicamente al
interior.
Aquí,
Olimpo protagonizaba la épica seguidilla de 7 títulos consecutivos, que
superaría décadas después, imbatible como lo ha sido por aquí en todas las
épocas.
Si
la memoria no me falla, estuvieron Antonio Rodríguez; Higinio García y Palma;
Fonda, Rastelli y Gutiérrez; Boyé, Méndez, Bravo, Simes y Sued.
Todos
ellos, y alguno más, firmaron una pelota número 5, aquella de cuero y tientos,
que recibí, como el más preciado regalo (no todos podían tenerla), de las manos
de mi tío y padrino, “Lalo”, o lo que es igual, José Reinaldo Serralunga.
Tan
distantes estaban el profesionalismo, por un lado, y los equipos del interior,
por otro, que era común ser hincha de dos clubes. Yo lo era de Racing (seguía
sus partidos por los relatos del maestro Fioravanti) y de Olimpo, yendo,
domingo tras domingo, a la cancha de entonces.
Y
todo esto viene a cuento porque en un día como hoy, pero hace 108 años, nació
“Lalo”, de quien heredé el fanatismo inalterable por la albiceleste y la oro y
negro, las dos a la vez, porque era así la cosa.
Mi tío y padrino era, por aquellos años, uno de los personajes emblemáticos de la
ciudad. Hoy en día, dicho esto con todo respeto, los desencontrados avatares
políticos hacen que cualquier “pelagato” sea declarado personalidad, porque
ganó un campeonato; porque hizo una nota por radio; o, mucho peor, tiene algún
amigo en alguna oficina pública de “alto nivel”.
Por
aquellos años, en cambio, “Lalo”, o José Reinaldo, que heredó su primer nombre
de mi “nono”, DON JOSÉ, con todas las letras y en mayúsculas, era un testimonio
de la Bahía Blanca que intentaba crecer (y si no lo consiguió, en buena medida,
fue por culpa de algunos iluminados). Su agencia de lotería, en Sarmiento 38 (“donde
ganan el rubio y el morocho”, decía su slogan, fue un clásico, frente la Plaza
Rivadavia, por la que “pasaba la ciudad”. Mucho más, la futbolera… porque el
lugar era centro de reunión a la hora de desmenuzar el acontecer cotidiano.
Plateísta
del Olimpo de oro, su presencia era inalterable, en los altos de la tribuna de
la Avenida Colón. Allí empecé a ver fútbol, hace ya unos 68 años…
Pasó
toda una vida, es cierto. Pero aquella pelota de fútbol estuvo siempre en un
rincón de mi doble pasión: Olimpo y Racing.
Y
no puedo, mucho menos en una fecha como ésta, pasar por alto que “Lalo” nació
un 17 de diciembre, pero en 1908, como para decir ¡presente!, cuando se fundó
el aurinegro que, este domingo (18), va a recibir al flamante campeón de la
Copa Argentina. No se caerá el alambrado olímpico, como aquel 21 de marzo del
’52. Pero desde algún lugar, mi tío y padrino ocupará, simbólicamente, la vieja
platea en una tribuna que, por cierto, debió llevar su nombre alguna vez…
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