DISTINTAS GENERACIONES; UN MISMO DESTINO…

Comentario en Facebook, a propósito de un posteo de la periodista Sandra Crucianelli.
En el muro de Sandra Crucianelli, la periodista ha relatado, con absoluta sinceridad, algo de lo que piensa respecto de lo que ha sido su vida. En su caso, abordó el tema con alusión a ofertas que, en su momento, rechazó, para ejercer su profesión en otro lugar que no fuera Bahía Blanca; en Buenos Aires, por ejemplo. 
Habló de su identificación con este lugar y con sitios cercanos, como Monte Hermoso y Villa Ventana, en los que, seguramente, como se dice, “amó la vida”.

Hay circunstancias que, más allá de épocas diferentes de ciertas vivencias, parecen conjugarse en la trayectoria profesional de Sandra; y la mía propia, salvando las distancias que se generan, simplemente, en las muy disímiles posibilidades de capacitación.

Por esa razón, creí oportuno postear un comentario en el muro de Facebook que mantiene Sandra.

Es cierto que se encontrarán situaciones muy encontradas entre lo que le pasó a ella y lo que he vivido personalmente. Sin embargo, aun así, creo oportuno transcribir lo que dije. Y esto, porque entiendo perfectísimamente, la sensación que ella dio a conocer. Aquí está: 

Sandra: He leído, con detenimiento tus expresiones del pasado 11, día de los 188 años de nuestra ciudad.

En buena medida, por no decir totalmente (atendiendo a notorias diferencias generacionales) me pareció ver reflejada mi propia vida (al menos la periodística), en tus párrafos.

Tuve, para hacer un poco de cronología, la oportunidad de ejercer el periodismo desde los 16 años, en otros tiempos muy distintos a los de hoy, porque por entonces eran muy pocas las alternativas para gente joven (las hay hoy, en profusión, podría aventurarse).

A los 23 años, hecho poco común, ya era jefe en el matutino local.

Quizás por esa razón, aunque parezca un contrasentido, ese rápido ascenso por virtudes propias (capacidad de trabajo, en especial; porque no califico calidad) me jugó una mala pasada. 

Intuyendo el futuro, por vivencias muy a la vista en la tarea cotidiana, empecé a elaborar mi propio destino laboral. 

Me cautivaba la idea de tener un periódico propio. Y lo tuve, tras una breve experiencia con una pequeña revista editada para Cabildo (“La Calle”), al hacerme cargo de la marca del Diario Tornquist (un semanario), en agosto de 1969. 

Seguí, creando DIARIO VILLARINO (hoy vigente en versión digital) en mayo de 1970. Después fueron “La Noticia”, de Punta Alta y “Pregón de Ingeniero White).


Empezaron mis desventuras internas en el diario (porque para ingresar había firmado una cartilla comprometiéndome a un trabajo full time, pero con decisiones unilaterales en materia de remuneraciones), donde, por bastante tiempo, además de mi jefatura de sector me vi obligado a ocupar diariamente (sin ser retribuido por ello), la función de editor de páginas que no eran “las mías”, reemplazando a ausentes “sin aviso” de sus respectivos responsables. Hasta jefe de edición (a cargo del cierre) fui simultáneamente con mi “obligación” como titular de lo que hoy es “regionales”.

Nunca nadie me retribuyó esa “multifunción”, hasta que decidí “no bajar más a la redacción general”, salvo que hubiera expresa determinación de la directora del diario (ningún otro personero) y con la compensación económica correspondiente.

Por supuesto que eso nunca se produjo, hasta que –increíble pero cierto– alguien pretendió que dejara mis alternativas externas (hacía radio desde 1970, entre otras producciones), sin recibir ningún progreso en materia de ingresos (por aquel borroso papelito firmado en 1961 para entrar como periodista estable).

Fue obvio que, simplemente, opté por renunciar. Y recuerdo un hecho que pocas veces revelé: el sindicato de prensa me dijo que renunciara y que después actuarían (mentira infame). 

Los resentimientos que me cercaban (de los envidiosos que siempre hubo allí adentro), habían elaborado la “puesta en escena” que generaría mi alejamiento. “botoneaban”, a algún predispuesto a recibir “sugerencias malintencionadas!, sobre emprendimientos que excedían a aquello que ya había puesto en marcha y que nunca negué, por otra parte, porque no había razón para ocultarlo. 

Hubo un tiempo para cada cosa: comprar (marzo 1974) una imprenta editorial para “sacar” mis periódicos (y ser objeto de una ininterrumpida persecución por el Sindicato Gráfico de entonces); tener que malvender ese bien, tras el “rodrigazo” de julio de 1975 (y no cobrarla nunca, porque los cheques volvieron todos rechazados); estar amenazado por los cuatro costados; y decidir, entre diciembre ‘75 y enero ’76, por ir hacia Trelew, como jefe de redacción –director periodístico sería hoy– de uno de los diarios (“El Chubut”), de aquel sector patagónico.

Volví exactamente dos años después; y desde allí me aboqué a una nueva etapa de mis proyectos personales. Además (’81 al ’83), ocupé cargos en la Municipalidad de Bahía Blanca, siendo primer director de Deporte y Turismo y también de Prensa en el último de esos años.

Del ’84 al ’95, llevé adelante variedad de tareas: el DIARIO VILLARINO; producciones de radio; y cuantas actividades anexas se presentaron. En el ’93, por denuncia del todavía por entonces multimedio, me cerraron Cruz del Sur FM, emisora instalada en mi casa, tras un operativo de corte policíaco- cinematográfico.

Esa circunstancia me obligó a abandonar nuevamente la ciudad. Tuve entonces la experiencia más pobre de mi carrera, “estafado” por el propietario de un diario neuquino manejado desde Buenos Aires.

Después de eso, y con poco margen de maniobra, la solución fue reemprender DIARIO VILLARINO, como si la realidad me inclinara a hacer de Médanos, definitivamente, “mi lugar en mundo”. Ahí estoy, aun viviendo siempre Bahía, editando la versión digital del histórico periódico fundado el 7 de mayo de 1970. Como anexo, edito “La Trastienda de Bahía” (también digital, con sus suplementos, el deportivo y el de medios), desde el 7 de septiembre de 2001.

Qué quiero decir, en resumen, con todos estos datos enumerados. Que en el año 60 de mi función como periodista (con altísimo porcentaje de esa historia en forma absolutamente independiente), la ciudad en la que he vivido desde siempre, nunca me reconoció lo hecho aquí y en la zona.

La afinidad con tus expresiones, estimada Sandra –recuerdo tu paso por “Horas Felices” en General Cerri, y el momento en que para un Día del Periodista llevé como pequeño obsequio a ese periódico escolar un ejemplar de la “Desiderata” que viene muy bien a cuento de lo tuyo y lo mío– con las mías, salvando largamente las distancias, es que otro hubiera sido el destino de haber elegido otro camino para el ejercicio de la profesión que nos apasiona. 

Esta ciudad, que no se ha cansado de reconocer a editores de publicaciones de “año 1, número 1”, solamente; o a conductores de efímeros programas de radio y televisión, sponsorizados siempre por los mismos auspiciantes (muchos de ellos ligados al manejo del municipio y receptores por eso de publicidad oficial), hace caso omiso de esfuerzos aislados de ciertos factores locales de poder. 

Lejos de ser un reclamo, lo dicho es, simplemente, la realidad, por cruda que parezca. Mi disculpa por utilizar tu muro para expresarla.


Luis María Serralunga

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