LA VIRGEN DE FÁTIMA Y UNA TRASCENDENTE DEVOCIÓN
La Virgen de
Fátima (también llamada Nuestra Señora de Fátima, Nuestra Señora del
Rosario de Fátima, o Nossa Senhora de Fátima (en portugués) es
una advocación con que se venera en el catolicismo a María,
madre de Jesús.
La misma se
originó en una serie de apariciones que tres niños pastores, Lucía
dos Santos, Jacinta y Francisco Marto, afirmaron haber tenido
en Fátima entre el 13 de mayo y el 13 de octubre
de 1917, las que confirieron fama mundial a esta advocación.
Adicionalmente,
se atribuyó a los acontecimientos y mensajes de Fátima
componentes proféticos y escatológicos, en particular con
respecto a una posible guerra mundial, a la conversión de la Rusia
soviética, y al intento de asesinato de Juan Pablo II.
Considerado uno
de los centros de peregrinación popular más importantes del
mundo, el santuario de Fátima edificado en el lugar recibió 7,3
millones de peregrinos en el año 2011.
Nota del editor
Corrían los años
’50 del siglo que pasó y hasta, lo que puede estar en los recuerdos, resultó
altamente significativo el acrecentamiento de la devoción hacia la Virgen en su
advocación como Nuestra Señora de Fátima.
A principios de
esa década, y avanzada la misma decena, el cura párroco de Santa Teresita del
Niño Jesús, el presbítero Juan Mesquida (que tuvo a su cargo esa parroquia
desde su fundación, el 3 de febrero de 1935 y hasta el 5 de mayo de 1959) hizo
una notoria difusión de la Virgen de Fátima, cuya imagen está en el templo de Villarino
460 de nuestra ciudad.
Impactante, por
cierto, el fervor que puso en trasmitir aquellos mensajes dirigidos por María a
los pastorcitos Lucía, Jacinta y Francisco.
Andando el tiempo Mabel, si esposa por más de 50 años, quien se fue al cielo hace 11 meses, el 12 de junio del año pasado, tuvo una especialísima devoción por Nuestra Señora de Fátima y sintió una inmensa alegría las veces que pudo visitar el santuario que está dedicado a esa advocación, en el medio de la Comarca Turística Serrana.
Este viernes (13)
se celebra la festividad de Fátima, cuya estima creció en aciagos momentos que
la Iglesia Católica Argentina vivió en los lejanos años ’50.
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