DEL ALBUM DE RECUERDOS
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El beato Artémides Zatti, primo de la "nona" Ermelinda |
Esta
nota (o comentario) fue publicada exactamente seis años atrás, el 22 de abril
del 2011, enmarcada en la “revista de café”, predecesora de LA TRASTIENDA DE
BAHIA. Es cierto que pasó la Semana Santa, la anterior a la que ahora termina,
pero la encontramos al abrir el Facebook que suele ofrecer al inicio de cada
jornada, algún recuerdo perdurable. El de este día, por cierto que lo es para
nosotros. Y aquí está:
Viernes,
22 de abril de 2011
VIEJAS
ESTAMPAS FAMILIARES DE LA SEMANA SANTA
Evocando
a los “nonos”, camino del Domingo de Pascuas.
El
pasado 17 fue Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa. Por alguna razón, la
festividad, que evoca la triunfal entrada de Jesús a Jerusalén, nos retrotrajo
a los tiempos pasados, aquellos de la niñez, o quizás de la primera juventud. Y
eso, aunque la vida haya transcurrido, con el avance de las agujas del reloj,
nos ubicó en aquellos lugares en los que amamos la vida.
La
parroquia Santa Teresita del Niño Jesús, la de calle Berutti al 300 primero; y
la de Villarino 460, después, no por casualidad ocupa un sitio preferente. Allá
por fines de los 40 o comienzos de los 50 del siglo que se fue, el querido
padre Juan Mesquida, un párroco como pocos hemos visto, preparaba con celo
inigualable los cultos propios de la que, por entonces, se llamaba la Semana
Mayor.
La
festividad de Ramos, en aquellos tiempos, nos encontraba llevando unas palmas
que serían de “envidiar”, porque nunca, andando los años, vimos nada igual. No
podemos recordar, de dónde provenían, pero lustrosas y brillantes, eran
aquellas que portábamos, como monaguillos, en la procesión de ingreso al
templo, ya bendecidas en el atrio de la iglesia.
Nos
tocaba, por entonces, ser encargados del incienso y de la particular ceremonia
de “incensar” al sacerdote oficiante (no había concelebraciones, ni diáconos
que lo hicieran). Y mucho más, de “manejar” el extraño elemento en que con
pequeñas brasas encendidas, se “quemaba” el incienso. Lo “revoleábamos”, sí,
como para demostrar vaya a saber qué, durante el ritual, a riesgo de que todo
se esparciera si no lo hacíamos bien.
Pero
había, también, otros pequeños detalles: porque la Misa de Gloria, la de
Resurrección, se oficiaba el sábado por la mañana; y no a la noche como en las
épocas actuales. Era sábado de Gloria, el que marcaba el final de la Semana
Santa.
El
sábado a la tarde era para destinado a trasladar hacia Terrada 74, aquello que
se transformaría en eje de la comida de Pascuas: las gallinas, que comeríamos
rellenas, como plato tradicional, de aquel menú que prepararían nuestras tías
(Victoria, Pepa, Ida, Chela, Irma, Nelly, Yuya y Coca), con celosa y cariñosa
diligencia, año tras año.
El
almuerzo del Domingo de Pascuas era toda una tradición, con la larga mesa extendida
a través de un inmenso living comedor, al que entraban los luminosos rayos del
sol, largamente pasado el meridiano, porque era un día de fiesta sin par, sólo
comparable al de la Navidad. Hubo años, hasta avanzados los ’50, en que
llegaron Tito (p) y Colucha, nuestros tíos radicados desde siempre en la lejana
Santa Fe, acompañados de Mimi, Tito (h), Chiche y Kuky, los primos, a quienes
lamentablemente nunca más pudimos ver, y de quienes, junto a la numerosísima
familia de los Serralunga’s santafesinos, sólo sabemos por la peculiar forma de
comunicación que ensaya Facebook, como inequívoca red social.
Aquel
encuentro familiar pareció desdibujarse, según podemos recordar, andando los
’60, porque la natural descendencia cambió los hábitos; e hizo lo suyo para
modificar aquello que se supuso equivocadamente perdurable.
Aún así, ni las
nuevas costumbres, ni las etapas largamente prolongadas en el tiempo, han
podido borrar imágenes.
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La "nona", Ermelinda, que está en el recuerdo |
Como la del “nono” (José Serralunga), que se fue en
aquel 30 de septiembre del ‘56; o la de la tía Victoria, a quien María
Auxiliadora (¿quién si no?) llamó en su día, pero en mayo del ’68. De sus
pausados relatos, en frías tardes de invierno, supimos quien había sido
Ermelinda (Zatti), la “nona”, prima de Don Artémides Zatti (el beato), porque
no alcanzamos a conocerla, porque Dios se la llevó el 17 de abril de 1941,
cuando no teníamos un mes de vida, exactamente 70 años atrás.
Y cómo de fieles,
y llenos de emoción y cariño, habrán sido esos “cuentos” reales de cosas que
pasaron que aún hoy tenemos viva su imagen, como aquella de la tía a la que,
como a las otras 7, quisimos tanto.
Así
fueron, en otros tiempos, las estampas que nos dejó la Semana Santa, y que
evocamos por estas horas, porque han sido parte de pasajes imborrables,
imposibles de separar del corazón.
Se fue pasando la vida y con ella, también,
aquellos seres queridos que acompañaron nuestra niñez y nuestra primera
juventud. Nos quedó el legado y nos asalta la duda más cruel, como es saber si,
aún en muy pequeña dimensión, habremos cumplido el compromiso generado por sus
enseñanzas.
Luis
María Serralunga
Publicado
por LA TRASTIENDA DE BAHÍA en 14:51
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