EVANGELIO DEL DÍA: LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO
¿Señor,
a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68.
Viernes,
22 de febrero: La
Cátedra de San Pedro, apóstol, fiesta.
Evangelio
según San Mateo 16,13-19.
Al
llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
"¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre?. ¿Quién dicen que es?".
Ellos
le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y
ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando
la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo".
Y
Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha
revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y
yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos.
Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates
en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Extraído
de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
San
Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia.
Sermón
que se le atribuye.
«Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Este nombre de Pedro le
fue dado porque fue el primero que puso los fundamentos de la fe en las
naciones, y es la roca indestructible sobre la que descansan los cimientos y el
conjunto del edificio de Jesucristo. Se llama Pedro por su fidelidad, y el
Señor recibe este mismo nombre por su poder, según lo dice San Pablo: «Todos
bebieron la misma bebida espiritual pues bebían de la roca espiritual que los
seguía; y la roca era Cristo» (1C 10,4). Sí, el apóstol escogido para ser el
colaborador de su obra mereció compartir un mismo nombre espiritual con Cristo.
Juntos han construido el mismo edificio. Es Pedro quien planta, es el Señor
quien da el crecimiento, es también el Señor quien envía a los que han de regar
(cf 1Co 3,6s).
Lo
sabéis, mis amados hermanos, es a partir de sus propias faltas, en el momento
en que sufría su Salvador, que el bienaventurado Pedro fue elevado. Es después
de haber negado al Señor que llegó a ser el primero junto a él. Volviéndose más
fiel al llorar la fe que había traicionado, recibió una gracia todavía más
grande que la que había perdido. Cristo le confió su rebaño para que lo
condujera como el buen pastor y él, que había sido débil, se convirtió en el
sostén de todos. Él que, preguntado sobre su fe, había sucumbido, tuvo que
establecer sólidamente a los demás en el fundamento inquebrantable de la fe. Es
por eso que es llamado la piedra fundamental de la piedad de las Iglesias.
Nota
del editor
Por
estos días, quiérase o no, arrecian las críticas sobre la figura del Santo
Padre, poniendo en tela de juicio sus decisiones, sobre todo aquellas que no
tienen que ver con las cuestiones de fe, sobre las cuales se le ha conferido el
don de la infalibilidad.
Resulta
bastante común que los medios, arrogándose privilegios que están bastante lejos
de lo que les corresponde, se permitan, a su gusto y placer, interpretar los
dichos de Francisco y, fundamentalmente, sus decisiones.
Por
eso, en un día como el de hoy (22), reservado en el calendario litúrgico a La
Cátedra de San Pedro, se nos ha ocurrido oportuno dedicar un espacio de esta
página al Evangelio del Día, complementado con el comentario de San Agustín,
doctor de la Iglesia, y un sermón que se le atribuye.
Encontramos
propicio referirnos a este tema, abordándolo no con palabras propias sino con
la sabiduría de los que saben.
En
tiempos de tan fáciles e inapropiadas expresiones de todo tipo, es esto tan
sólo una pequeña intención de dar al tema su justo lugar.
¡Que
Dios los bendiga, hoy y siempre!.
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