EL 24 DE MARZO DEL ’76: EPISODIO DE UNA LARGA HISTORIA DE TRISTEZAS…
En
casi 60 años de ejercicio del periodismo (se cumplirán pronto, el venidero 15
de mayo), he atravesado alternativas de todo tipo. De las buenas y de las “no
tanto”.
En
un día como el de hoy, eso sí, quiero particularizar en un hecho vivido en la
ciudad de Trelew.
Hacía
allí había ido, a principios de ese año (tras una breve escala de la última
quincena del ’75, yendo y viniendo, por las fiestas) para ocupar la secretaría
de redacción (máximo cargo profesional en aquellos tiempos), equivalente a
director periodístico) del diario “El Chubut”.
Eso
ocurrió después de sufrir las alternativas dolorosas de perder un bien (en el
que había invertido todos mis recursos), arrebatado (nunca me lo pagaron) por
testaferros del poder sindical que asoló la ciudad. Era una vieja imprenta en
la que tomaban forma mis periódicos zonales.
La
suerte; la experiencia y algunos buenos contactos me permitieron esa
oportunidad, que debo agradecer, infinitamente, a los propietarios de aquella
marca, hoy ya fallecidos, que creyeron en mi para encarrilar un diario al que
no le “encontraban la vuelta”, cotidianamente.
A
poco de radicado en el sur, llegó marzo… y con ese mes, arreciaron los sucesos
que desencadenarían el “hecho histórico” que hoy se recuerda.
En
la noche del 23, teniendo a mi cargo dos “micro” noticieros en el Canal 3
(avanzada en los sistemas de cable que hoy son moneda corriente), anticipé lo
que ya se consideraba inapelable: la caída del “gobierno” democrático.
A
la madrugada (costumbre militar de todos los tiempos, porque eso nunca cambió)
convocado por el jefe del área, en mi carácter de responsable periodístico del
diario, fui a Rawson.
Nunca
es bueno asistir a un relevo como el que se produjo entonces. Asumió un coronel
(De Piano creo que era) en lugar de Benito Fernández, el gobernador, al que
había entrevistado semanas antes, en el aeropuerto, cuando todos decían que no
respondía a nadie. No sé si eso fue un logro o simplemente el resultado de la
experiencia ganada anteriormente y aplicada durante toda la vida.
Lo
cierto fue que, para bien o para mal, según transcurrieron los años y los
hechos, asistí a ese momento para nada grato. Nunca lo fue la caída de un
gobierno, por malo que fuera. Y lo triste vino después.
Por
mi función, no pocas veces, tuve que hacer de nexo, para que algunos bahienses
pudieran ingresar al penal de Rawson a visitar a familiares detenidos en ese
lugar. No sé si estuvo bien, pero sí que después, uno de ellos, me pagó con la
“peor moneda”. Siendo diputado primero y funcionario del ex COMFER después, se
negó cuando el gobierno democrático de los años ’90, cerró la radio que
teníamos en Bahía (Cruz del Sur FM), respondiendo a órdenes del que fue
multimedio de la ciudad, y que mantuvo lo que es hoy apenas un periódico,
después de hacer mucho daño durante décadas.
Pero
volviendo a los orígenes, fui testigo de las primeras etapas del nuevo gobierno
provincial del Chubut, del ’76 en adelante, a cargo del general Julio César
Echegoyen, después mandatario en la más cercana Santa Rosa, capital de La
Pampa.
Fue
cierto, también, que nunca nadie me reivindicó, al volver de todo lo perdido
cuando la prepotencia sindical de esos tiempos aciagos me obligó a dejar la
ciudad para ganarme la vida, para mi v para mi familia, la que creció allá, y
que siempre, siempre, tuvo el inmenso valor de su generadora principal, mi
mujer, Mabel, madre de nuestros cinco hijos, que se fue al cielo el 12 de junio
del 2015, después de 50 años de la más hermosa y sacrificada convivencia
matrimonial.
Ella, como nadie,
soportó las vicisitudes a que nos obligó la dictadura democrática y militar de
los años ’70. Ninguno, hasta los más íntimos, se dio cuenta de lo que había
pasado en la intimidad de nuestra vida.
Tengo la idea de que el pueblo argentino está conformado en su mayoría por buenas personas. Pero su dirigencia (política, sindical, de toda índole), salvo honrosísimas excepciones, se compone de hijos de puta. En tu relato se deja entrever la presencia de algunos de esos indeseables. Dios salve Argentina. algún día. . .
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